Defectos

— ¿Pues que quieres que te diga? — decía Narciso mientras contemplaba su imagen en el espejo — yo no me veo ningún defecto.

— Pues tienes unos cuantos — le contestó Edipo —, la única persona perfecta que conozco es mi madre. Mamá no tiene defectos.

— Todos tenemos defectos — añadió Caín — pero el que más tiene es mi hermano.

— Los defectos aparecen en la vejez — apuntó Peter Pan —. Hasta que te haces muy mayor lo que tienes son peculiaridades.

— Mi marido sólo tiene un defecto — afirmó Desdémona.

Cada uno aportaba sus opiniones a la tormenta de ideas que había propuesto Sigmund, el psiquiatra.

Con gran empeño apuntaba en su libreta las aportaciones de unos y de otros, ya que quería escribir un tratado de psiquiatría y su torturada infancia no se lo ponía fácil.

— ¿Alguien quiere aportar algo más?

En el fondo de la sala un asistente se puso de pié y dijo en voz alta:

— Hola, soy Baco y soy un alcohólico.

—“Hola Baco” — contestaron todos a coro.

— Ya ha tenido que dar la nota ese imbécil — murmuró Misándria.

— Estamos perdiendo el tiempo y el dinero — dijo el tío Gilito.

La cosa iba de mal en peor. Sigmund sacó su teléfono móvil y marcó un numero con muchos seises.

— Se puede poner Mefisto, por favor. Es para hacerle una consulta sobre la humanidad… ¿Mefisto?, soy Sigmund, ¿Como te va?… Si, chico, lo de los contratos es un rollo, pero no te llamo por eso, quiero que me digas que opinas de los defectos… Ya…Si… Claro… Bueno, muchas gracias.

— ¿Que te ha dicho? — peguntó uno.

— Que depende. Que lo que para unos es un defecto para otros es una virtud… y que , de hecho, él y Jorge Javier Vazquez se ganan la vida con los defectos ajenos.

— Si es lo que yo digo siempre — comentó Albert — ¡Todo es relativo!.

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