El silencio se estrella en las paredes encaladas.
Una vez fui roja como la sangre, verde como hierba, rosa como el rubor, blanca como la nieve…
El calor quemó mi piel y el frío endureció mi cuerpo.
Serví a un propósito de amor y ahora, parda y macilenta, espero tranquila que llegue noviembre.
Como el bien al que sirvo nada espero de la vida.
Doy por cumplida mi misión.
Los crisantemos — sobre el mármol pulido — somos una caricia pendiente, un abrazo diferido, un beso póstumo.
Razón de ser
Esta entrada fue publicada en Microrelatos. Guarda el enlace permanente.