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– ¡Una foto para la Gacetilla! – dijo el reportero.
El concejal de festejos asió la mano de Manuela, que reposaba feliz en el asiento trasero de la vespa municipal. Junto a ella, Olegario, chofer a tiempo parcial, vestido con sus mejores galas, sonreía orgulloso de haber sido elegido para tan importante evento.
– ¡Una más!, por si acaso.
La portada de la Gacetilla de la Vega llevaría esta foto en su portada junto a un florido y extenso artículo sobre el evento que, sin duda alguna, era el mas importante del año si no se tenía en cuenta la Romería de abril.
– ¡Dese usted prisa! – ordenó el concejal – ¡Que no nos sobre el tiempo!
Hecha la foto se dirigió a Olegario y preguntó:
– ¿Están preparadas las columnas y las cadenas?
– Si, Don Ramón – contestó Olegario – Antonio “el zurdo” lo dejó todo listo ayer por la tarde.
– ¿Se ha avisado a la banda de tambores?
– Ya deberían haber llegado, Don Ramón.
– ¿Has repostado la moto?
– Si señor.
– ¡Ea!, pues vámonos… Yo iré delante.
La pequeña comitiva tomó el camino de Carmona mientras el reportero se subía al Hispano-Suiza de color negro que le había prestado el periódico. En unos minutos estarían junto al parador, en la explanada donde habían alzado las dos soberbias columnas a las que encadenarían a Manuela.
Una expectante multitud aguardaba la llegada de la comitiva. Al aparecer la moto del concejal empezaron a oírse los vítores. La gente estaba entusiasmada.
Manuela saludaba con tímida dulzura al pasillo humano que la escoltaba hasta la explanada. Era su momento. Estaba radiante.
Una vez encadenada a las columnas, el alcalde agradeció la presencia de autoridades, leyó el manifiesto y ordenó a la banda que empezase a repicar.
Con los primeros redobles la gente se fue alejando de la explanada para ponerse a buen recaudo tras las improvisadas barricadas. Desde allí verían el espectáculo sin perder detalle.
La verdad es que desde que King Kong había decidido afincarse en Carmona, las fiestas se habían animado mucho.