Silencio

Escribe un relato basado en el significado de esta palabra.


La mañana había sido terrible. Después de tres horas deambulando de un sitio para otro entre las atracciones de la feria buscando al presunto asesino, con los tímpanos seriamente perjudicados de tanta sirena, pito, megáfono y música ratonil, por fin dieron con Manolo y procedieron a su arresto.

– Puede usted guardar silencio, todo lo que diga podrá ser utilizado en su contra en un juicio, tiene derecho a un abogado…

El agente de policía repetía la retahíla que sabia de memoria para cumplimentar conforme a la ley la detención del sospechoso. Mientras hablaba ponía unas esposas de acero alrededor de las muñecas de Manuel.

– ¿Todo lo que diga? – preguntó el detenido.
– En efecto

Tras unos segundos de meditación Manuel afirmó:

– No me gusta el brócoli.
– ¿Cómo dice?
– Y la tierra es plana.
– ¿Perdón?
– Me identifico como un Setter Irlandés criado en Sevilla. Transgénero, no binario, y perruno.

El policía estaba atónito

– ¿Qué está usted diciendo? – preguntó el agente
– Digo cosas a ver si tienen ustedes cojones de usarlas contra mí en un juicio.
– No nos referimos a eso, aclaró el policía, se trata de lo que diga usted referente al delito por el que ha sido arrestado.

Manuel meditó de nuevo.

– A la victima le olían los pies y se tiraba unos pedos espantosos.

El policía, a estas alturas ya no sabía que decir. Manuel continuó:

– El día es muy caluroso y en Bilbao han superado los cuarenta grados. Las manchas de sangre se quitan con una mezcla de bicarbonato y vinagre blanco. El suelo de la cocina de la víctima era de linóleo y la nevera estaba prácticamente vacía.
– Discúlpeme – dijo el policía – ¿podría usted callarse un poquito?
– No, estoy aportando temas de conversación para cuando se produzca mi juicio – contestó Manuel con convencimiento.
– ¿Y porque hace usted eso?
– Porque cuando se den cuenta de que soy inocente van a tener que hablar de algo.

El agente guardó silencio.

– ¿Tiene usted coartada?
– Si, la victima murió anoche y yo acabo de llegar de Salamanca.
– ¿Puede alguien corroborarlo?
– Dos kilos de farinato y seis morcillas de piñones compradas esta misma mañana.
– Eso no es una coartada
– Interrogue usted a las morcillas… o a mi tarjeta de crédito.

A estas alturas la cabeza del policía estaba a punto de estallar.

– Hágame el favor de guardar silencio. Me está usted poniendo la cabeza como un bombo.

Mientras verificaban su coartada, Manolo siguió hablando de los temas mas absurdos y variopintos hasta que, desesperado, el agente abandonó la sala de interrogatorios. Tras el espejo falso de la sala, el jefe de Policía tomaba notas…

– Jefe – dijo el agente entrando en la habitación – No puedo más, ¿podría mandar a alguien a que siguiera con el interrogatorio?
– Da lo mismo Peláez, este tío es inimputable. Y además, no ha metido lengua en paladar en las últimas tres horas. Como lo pongamos delante del juez nos manda a nosotros a la trena.
– ¿Entonces que hago?
– Suéltelo Peláez, a ver si podemos tener algo de silencio en lo que queda de mañana.
– Muy bien jefe, ahora mismo.

Tras soltar a Manolo, el agente bajó al sótano. Abrió la puerta del archivo, recorrió los pasillos de las estantería repletas de legajos, se acurrucó en una esquina, sacó un paracetamol bebible del bolsillo y, mientras apuraba el sobrecito pensó: ¡Quiero pasar el resto de mi vida aquí!, entre legajos, inmerso en este maravilloso silencio.

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