Escribe un relato inspirado por la frase «La copa de los mosqueteros»
Al salir del trabajo, tarde, como siempre, Luis se dirigió a la parada del autobús.
Estaba cansado y un poco deprimido. Trabajaba para subsistir en un Madrid cada día mas caro. Pensaba cambiar de trabajo, pero la cosa estaba fatal. En todas partes los sueldos eran de risa y la exigencia muy alta… temía que el cambio de trabajo fuese para encontrar algo igual o peor.
Se detuvo en uno de los semáforos de la avenida. Mientras esperaba pacientemente que se pusiera en verde para los peatones su vista cayó sobre un pequeño rótulo, luminoso y sugerente, que decía: “El refugio”.
Los seis metros de fachada mostraban una elegante puerta de estilo victoriano con una placa dorada flanqueada por dos pequeñas ventanas con vidrieras de colores. Un bar de copas de estilo inglés, pensó Luis, y tiene aspecto de ser agradable. Durante el año largo que hacía casi a diario ese recorrido, el bar le había pasado desapercibido. ¿Será cosa del destino?, se preguntó.
Cruzó la avenida y se dirigió al bar. Al traspasar la elegante puerta encontró lo que ya esperaba: un pequeño local poco iluminado con una barra larga y dos o tres mesitas en sendos apartados.
Pese a ser cerca de la diez, el bar estaba vacío.
Un camarero elegantemente vestido le dio la bienvenida y le invitó a sentarse en la barra.
– ¿Qué le pongo al señor? – preguntó con una voz agradable.
– No sé, la verdad – contestó Luis – no suelo tomar cocteles.
– Se le ve cansado, si me permite puedo sugerirle un coctel… se llama “los mosqueteros” y fue primer premio en el certamen de bares de París hace tres años. Se creó en honor a Rafa Nadal cuando obtuvo su duodécimo Roland Garrós… ya sabe: “la copa de los mosqueteros”.
– Me parece bien, ¿Qué lleva?
– Lleva una parte de Amaretto por Athos, una parte de Pernod por Porthos, 3 partes de Alisier por Aramís y 2 partes de Drambuie por D’artagnan.
Un posavasos y cuatro botellas aparecieron como por arte de magia frente a Luis. Con movimientos precisos y delicados el barman fue metiendo los ingredientes en una coctelera con hielo. Luego, durante 15 segundos, agitó enérgicamente la coctelera y sirvió la bebida en una copa ancha filtrando el hielo. Como adorno le puso una rodaja de piel de naranja.
– ¡Qué lo disfrute! – dijo devolviendo las botellas a su sitio y retirándose discretamente al otro extremo de la barra.
Luis dio un primer sorbo. La copa estaba bastante dulce, pero tenía un punto frutal y toque amargo. A los dos segundos un intenso sabor a bayas de abedul inundó su paladar.
– ¡Esto está riquísimo! – dijo al camarero.
– Me alegra que le guste. Es un coctel bastante popular.
Lentamente Luis apuró su copa dejando que sus pensamientos divagasen por ninguna parte.
Cuando salió del bar, veinte minutos después, tenía otra actitud. Su vida seguía siendo una mierda, pero ese coctel se la había hecho más llevadera.