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Esa mañana Jasper, el viejo mayordomo, dio instrucciones a Billy, el mozo de cuadra, para que preparase a Escalibur, ya que Lady Groundhog iba a dar un paseo por la campiña.
Si no llovía, y esa primavera estaba siendo especialmente seca, la hija menor de los Groundhog aprovechaba para dedicar unas cuantas horas a su afición favorita: montar a caballo.
Excalibur, un cruce de bretón y español, formaba parte de la prestigiosa cuadra desde hacía cuatro años y era, con diferencia el caballo preferido por Agnes.
Ya montado en él, la joven tomo el camino de Worcester que cruzaba los prados de Hugehill y el bosque de Lancaster. Al otro lado, desde los acantilados de Bonny Portmore, la bahía de Ironhead, se mostraba en todo su esplendor.
Si no había contratiempos llegaría a Worcester en cosa de una hora, allí en Rosewood Cottage, le estaría esperando su amiga Lucinda para tomar el té mientras departían sobre las novedades y los cotilleos de la zona.
Pero Agnes no llegó a Worcester. Su caballo, desbocado y sudoroso cruzó la calle principal del pueblo ante el estupor de los aldeanos.
Inmediatamente se avisó a la familia Groundhog del hecho y se inició una búsqueda a lo largo del camino. Se peinó el bosque de Lancaster y se buscó al pie de los acantilados, pero la partida no encontró a Lady Agnes.
De nada sirvió que Lord Groundhog ofreciera una suculenta recompensa por cualquier pista que condujese a su hija… nunca más se supo.
La policía barajó varias posibilidades: accidente, secuestro, fuga, asesinato… pero ninguna de las hipótesis pudo corroborarse. A los dos meses se declaró a lady Agnes desaparecida y a los cinco años se expidió un certificado de defunción.
Agnes Groundhog pasó a formar parte de las leyendas locales y su historia se usó para atemorizar a los niños que querían adentrarse solos en el bosque de Lancaster o acercarse a los acantilados.
Hoy, paseando por una de las calles de Little Italy, en Manhattan, me he cruzado con ella. No lo puedo asegurar al cien por cien, porque el paso de los años ha modificado un poco sus facciones… pero estoy casi seguro que era ella.
La he seguido discretamente y creo que ya se dónde vive. Mañana intentaré abordarla con cualquier escusa para salir de dudas, pero temo que no quiera ser encontrada. Si es así no me quedará otra que guardar el secreto.
Nueva York es un refugio excepcional para iniciar una nueva vida.