Miro el pardo profundo de tus ojos,
siento firmes tus manos en mis manos
y me paro a recordar sueños lejanos
que quedaron prendidos en abrojos.
Apoyo mi mejilla en tu cabeza,
baila la brisa un poco con tu pelo,
llega hasta mi tu aroma alzando el vuelo
y me cubre de amor y fortaleza.
Vuelvo a abarcar tu talle con mi brazo,
quiero sentir tu piel junto a la mía,
escapar del dolor y la agonía
diluido en el calor de tu regazo.
Es un largo camino el que separa
aquella vez primera que en tu boca
sentí el dulce temblor que al cielo invoca
y el suave atardecer que hoy nos ampara.
Y es que el tiempo que corre desbocado
se detiene curioso en el lindero
cuando siente en un latido enamorado
repetir gozosamente aquel “si, quiero”.