A día de hoy

Hace tiempo que dejé de perseguir
al Unicornio blanco en la espesura,
y mi espada, mellada por el uso,
ha dejado mi pulso de sentir
y hoy reposa, agotada su amargura,
en un sueño de gestas inconcluso.

No me afanan renombre ni laureles,
no me pueden ofrecer ya recompensas,
no se me antojan lujos ni oropeles
ni concibo reacción a las ofensas.

He descubierto, por fin, que solo importa
el olor que nos trae la primavera,
el color que ocaso nos aporta,
el romero que dormita en la vereda,
estar en paz con Dios y tu conciencia,
un sueño reparador, la mano amiga,
y ese saber que toda tu existencia
es en este trigal solo una espiga.

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