El harén de Díaz

Escribe un relato con el disparador «El harén de Díaz»


Temprano por la mañana
toca Carmen arrebato.
Me levanto y en pijama
hago la ablución del gato,
me afeito medio dormido,
me visto con disciplina,
y con ademán vacuno
me dirijo a la cocina
a tomar mi desayuno.

Cuando la tostada agoto
llevo a Carmen a Pilates,
mientras montada en la moto
Va mirando escaparates.

Al llegar me da la lista,
de mis tareas del día.
La miro como un autista
que padece miopía,
pero de nada me vale
poner extrañas escusas
no encuentro nada que avale
centrarme en mis propias musas.

Tengo que comprar el pan,
los garbanzos y el tomate,
medio pollo, un croisant,
y un aceite de aguacate
que comercializa Auchan.

Luego a comprar tres tablones,
seis escuadras de metal
de adecuadas dimensiones
un pegamento especial,
tornillos y fijaciones
del tamaño habitual
para hacer estanterías.
Ya que mi cuñada quiere
que cualquiera de estos días
aprovechando si llueve
le monte tres librerías
porque ella no se atreve.

Otra me llama cansina
diciendo que de repente
al encender la cocina
se ha fundido el fluorescente.
y que tengo que decirle
que modelo ha de comprar
porque luego va a pedirme
que ser lo vaya a instalar.

Después el teléfono suena
con una consulta extraña
mi cuñada Macarena
me dice que no se apaña
con las fotos de Aracena
ya que quiere compartir
las que hicieron en la cena
para poder presumir
del menú de nochebuena
con su grupo de guitarra
y que lamenta infinito
darme tanto la tabarra
con el problema descrito,
pero por más que lo intenta
el teléfono maldito,
no le echa ninguna cuenta.

Tras darle la explicación
sin omitir un detalle
me enfundo en un chaquetón
para salir a la calle.

Quiero tomarme un cortado
en el local de la esquina
pero soy interceptado
por una pobre vecina
que hace un año quedó viuda
y me llama cada vez
que le asalta alguna duda
con el uso de Internet.

Y así un día y otro día
mi cuerpo no ve el descanso.
vivo en una distopía
y estoy siempre haciendo el ganso.

Quienes currando me ven
me llaman afortunado.
Dicen que tengo un harén,
pero nadie ha preguntado
sí a mí me parece bien
o quien me lo ha regalado.

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